Carlos Velasco : Trabajador de su propia inspiración
El guitarrista vizcaino Carlos Velasco pertenece a esta raza de creadores, auténticos proletarios de la música, trabajadores de su propia inspiración. Tras haber sido durante muchos años músico militante de las variadas facetas de la escena musical vasca, Velasco publica ahora este su primer trabajo como líder, que pretende ser una muestra de su buen hacer a la hora de componer e interpretar.
De formación autodidacta, el guitarrista muestra en este disco todas sus debilidades, algunas de manera explícita, como ese Bon Voyage dedicado a West Montgomery y que saca adelante junto al piano fibroso del norteamericano Joshua Edelman. La sombra del que fuera uno de sus maestros, Joe Pass, también se deja ver en el fraseo limpio y cadencioso, sentido y elegante, de temas como A vueltas, Días de invierno o Por ti, donde la belleza se cocina a fuego lento y entre silencios, que dicen mucho y bien de su instinto musical. Ésta es una de las grandes cualidades que distinguen a Carlos Velasco, la de saber dejar respirar y reposar sus construcciones melódicas y sus fraseos más libres y abiertos. Otra de las habilidades de Carlos Velasco le viene de su adolescencia, la que nos emplaza ante su fascinación por el blues y sus derivados. No extrañan, por tanto, sus felices composiciones Doble o nada o Five in Blue, esta última con la impagable aportación del organista Gorka Iraundegui. Y más, ya que el guitarrista nos introduce en otros universos jazzísticos paralelos a partir de recreaciones sobre músicas de sangre latina como Mejor así, una suerte de cha-cha-chá que algunos reconocerán bajo su anterior título, Cachalote, o Saltillo, un tema con alma de piel de tex-mex y alma de bossa nova. Ambas entregas son probablemente las que mejor exhiben su autoridad compositora.
Mención especial merece quizás una de las piezas más vibrantes del registro, That old touch. Velasco coloca al frente de ella a un amigo de los tiempos de Pork Pie Hat, el alto saxofonista Santi Ibarretxe, con el que mantiene un intenso diálogo de bop y postbop. Al igual que Edelman en Bon Voyage, el “Primital” Ibarretxe estimula la audacia interpretativa del guitarrista, saliendo airoso en todo momento. Y es que Velasco, cuando toca lento, parece un poeta, pero cuando mete la sexta marcha parece un escritor de prosa larga, fecunda y entera.
Digno de aplauso el concurso del contrabajista Iván San Miguel y el baterista Borja Barrueta, siempre atentos tanto a la caída libre de la voz guitarrística de Velasco como a su fraseo ralentizado; ambos músicos son uno de los mejores colchones rítmicos que cualquier líder pudiera tener.
Cerca de veinticinco años ha tardado el de Basauri en grabar sus voluntades jazzísticas. Pero lo mejor no es lo que ahora nos entrega, sino lo que está por llegar. Pero mientras llega, disfrutemos de la música hermosa, audaz y sentida que hoy nos ofrece un guitarrista necesario.