La naturaleza es muy empática y da lecciones como templos

Iturria: El Correo

Eguna: 01/07/2024

El eibarrés, de 24 años y largo currículo, debuta en solitario con un disco acústico de folk que lo mismo conecta con el vasco de siempre que con el gótico americano actual

Oscar Cubillo

oca las guitarras y aporta coros en Sotomonte, el grupo de folk-rock liderado por Jokin Salaberría. En este quinteto parece siempre sonriente el bueno de Xabier Badiola, que sin embargo ha debutado con un cancionero adusto, literalmente en blanco y negro, de folk espartano que conecta con Petti-Moby Dick-Joseba Irazoki-Jurgi Ekiza (la litúrgica ‘Bizitzaren legea’), que trae lo gótico de Wovenhand a los montes de Euskadi (‘Lehiko argian’), que resuena dylanita (‘Hurrengoaren zain’ y, sobre todo, ‘Euritan blai’), y que prospecciona las tierras del delta de Mississippi (‘Aurrez aurre’, un blues que cabría en el sello Fat Possum)
Estos títulos caben en un CD homónimo editado en el sello de Soraluze Gaztelupeko Hotsak, que además lo ha reeditado en formato LP. Aprovechando la jugada, nos interesamos por la persona y la personalidad de Xabier Badiola.
Te ha salido un disco muy de monte. ¿De dónde eres y cómo ha sido tu vida más o menos hasta ahora?
Soy de Eibar. Nací aquí hace 24 años, crecí con buenos amigos, fui a la ikastola Iturburu, allí en Mandiola Balle, y empecé a tocar la guitarra con 10 años. Hice la secundaria en el instituto Zuloaga, y terminé la carrera de audiovisuales hace dos años. Trabajaba en Euskadi Irratia a la par que estudiaba, y actualmente trabajo como redactor, editor y videógrafo en un medio bilbaíno. ¡Y sigo viviendo en Eibar!
¿Tu vida es en euskera?
Estoy muy agradecido de poder vivir mi día a día en euskera en gran medida, ya sea en el trabajo, en mi grupo de amigos, en casa… Desde hace unos años también estoy muy interesado en investigar y conocer música tanto antigua como actual de Euskal Herria que haya pasado por debajo del radar, ya sea folk, rock, experimental… Por lo que el euskera también ha pasado a ser el idioma en el que en gran parte escucho música de manera cotidiana. Me siento más cómodo en ambientes euskaldunes.
¿Cómo has aprendido a tocar la guitarra? Hay varios instrumentales en tu disco…
Empecé con 10 años en una pequeña academia del pueblo y me obsesioné totalmente con la guitarra. Tuve un par de muy buenos profesores que supieron echarle más leña al fuego, y pasaba horas y horas tocando todos los días. Luego estuve tocando en las primeras bandas y descubriendo decenas y decenas de discos que han marcado mi criterio y mi manera de ser actual.
¿Algunos nombres de estas influencias?
Siempre he tocado la guitarra eléctrica, pero con 15 o 16 años me empecé a interesar mucho por la música acústica. Me acuerdo de que me impactaron mucho el `Pink Moon´ de Nick Drake y `One Quiet Night’ de Pat Metheny, la manera que tenían de llenar el espacio y de evocar tanto con tan poco, muchas veces con tema instrumentales. Me sacaba piezas como `Horn´ de Nick Drake con la guitarra clásica, y me pasaba horas intentando adivinar qué acordes tocaba sin saber todavía que existían afinaciones alternativas. Como en mi círculo de gente no eran muy seguidores de este tipo de música, eso era como mi sitio secreto: tocaba la acústica sólo para mí, era algo casi meditativo.
¿Cómo entraste en Sotomonte, donde tocas guitarras eléctrica y acústica, y haces coros?
Conocí el proyecto en el verano de 2021, a través de Dani Merino (activo músico getxotarra), que se puso en contacto conmigo para ofrecerme compartir responsabilidades como guitarrista en Sotomonte. Me pareció un proyecto muy interesante, en el que además habían participado músicos que admiraba mucho, como Gonzalo Portugal (músico de blues), Iñaki Antón (alias Uhoho), Iñigo Bregel (Los Estanques)… Además la sonoridad del primer disco de Sotomonte, `From prayer to the battlefield´, me fascinó, ya que siempre he sido muy seguidor de bandas psicodélicas y progresivas de los 60 y 70 como Genesis, King Crimson, Jethro Tull, CSNY…
Ajá…
Así que conecté muy profundamente con el lenguaje de su música y me pareció un todo un reto profundizar a nivel intérprete en ese mundo, tanto como guitarrista eléctrico, acústico como corista. La banda ha evolucionado mucho, y creo que los seguidores lo notarán cuando publiquemos el segundo este año.
La foto de la portada del CD.
La foto de la portada del CD. Eneko P. Arnaiz
Hablemos de tu disco, muy de monte y bosque. Aunque la portada del CD lleva una foto tuya en blanco y negro…
El disco se creó en un proceso muy artesanal en el que intenté que cada elemento tuviera la capacidad de evocar un sentimiento de atemporalidad: sean las técnicas de grabación, el tratamiento de las voces y las guitarras, o el diseño mismo del disco. Me puse en contacto con mi amigo Eneko P. Arnaiz, un excelente fotógrafo que también ha querido recuperar la fotografía como medio artesanal, y lo hace disparando, revelando e imprimiendo en analógico. Yo quise que la mano de Eneko estuviera plasmada en lo visual. Yo tenía una idea bastante abierta de cómo deseaba que fuera el disco, pero tenía claro que iba a dejarle mucho espacio para que él aportara su visión. Los dos admiramos mucho la obra de fotógrafos como el histórico eibarrés Indalecio Ojanguren, y teníamos claro que queríamos recuperar esa escuela de fotografía más física.
Y luego la portada del LP es distinta, con un dibujito demasiado minimalista, lo cual puede desorientar al público potencial.
La portada nueva vino de una colaboración que barajamos Mikel Acosta y yo para su sello Hegoa. Me pidió si sería posible repensar la portada para que siguiera la línea de la discografía de su sello, del que soy gran seguidor. Y adaptando la filosofía de querer crear algo nuevo, sentados sobre los hombros de artistas innovadores de mi alrededor, pensé en Iñaki Larrañaga Iglesias, veterano artista eibarrés que fue parte del grupo Gorutz en los 70, un grupo pictórico que quiso romper con la pintura tradicional desde la colaboración y la experimentación.
¿Conoces a Larrañaga, activo desde los 70?
Nos conocimos cuando yo era adolescente, a través de la Escuela de Dibujo de Eibar, y he aprendido mucho de él en nuestros encuentros a lo largo de los años. Estoy muy agradecido de haber podido colaborar con él porque no se me ocurrió mejor persona que él para poder plasmar la comunicación entre naturaleza e industria que crea esa identidad eibarresa.
El dibujo de la portada del LP.
El dibujo de la portada del LP. Iñaki Larrañaga Iglesias
¿Se puede calificar de folk tu cancionero?
Como bebo mucho del folk vasco, inglés y americano, la influencia es innegable. Incluso bandas folkies más progresivas euskaldunes, como Oskorri, Haizea o Izukaitz, se inspiraron en el folk británico, así que he recibido su influencia desde que era niño. No me gustan las etiquetas, y el folk se mezcla mucho con lo folklórico, cuando abarca un rango increíble de música, desde Martin Carthy hasta Fairport Convention, John Martin, Robbie Basho o Jack Rose. Son estilos muy diferentes dentro de la misma etiqueta, pero al ser música mayormente acústica esa es la manera más sencilla de categorizarlos. Hay muchos y muchas artistas que admiro que llevan la bandera del folk con orgullo, así que me parece un halago estar en la misma categoría, al menos musical, con Daisy Rickman, Sam Grassie, Gwenifer Raymond o Pierre Bensusan.
¿Cuánto te gusta el primer Dylan? Aunque su influjo solo me parece más o menos evidente en dos temas, el 4 y sobre todo el 5.
Dylan me gusta mucho a lo largo de su discografía: la época puramente folksinger, la etapa de banda eléctrica con Bloomfield, la faceta más dura de después del accidente, los discos más cavernosos de los 90 y actuales… Las primeras canciones suyas las conocí muy joven, versionadas por los Black Crowes y otros artistas que oía por casa. Mis primeras referencias anglosajonas, digamos acústicas, fueron Nick Drake y gente como Martin Carthy a través de Oskorri. Pero sí que es verdad que más adelante conecté mucho con artistas como Dylan -sus `Bootlegs’ de los 60- y Dave Van Ronk. Luego llegaron Bert Jansch y John Renbourn y me parecieron totalmente revolucionarios. Me fascina esa escuela de guitarristas acústicos, esos arreglos que parece que estuvieran tejiendo un tapiz, esas melodías modales tan evocadoras. Es como si te transportaran a otro sitio y a otra era. Las canciones de Dylan también tienen ese algo.
Tus letras son muy poéticas y abiertas.
Me gusta empezar con una imagen e ir construyendo alrededor. No sin rumbo, pero sin acotar demasiado adónde quiero llegar. Dejar las letras abiertas creo que facilita que cada lectura sea diferente, que cada persona interprete desde sus vivencias lo que esté escuchando. Incluso la lectura que pueda hacer yo ahora de ellas, comparada con la que hacía cuando estaba escribiendo el disco, ha cambiado. Creo pensar que eso hará que el disco siga dando sorpresas y siga siendo interesante según vaya pasando el tiempo.
Y también son letras monteras.
El monte siempre ha estado ahí. Estés donde estés, al menos aquí, te ves rodeado de monte. Creo que es un punto de referencia muy importante, y no sólo manera literaria: la naturaleza es lo que te deja respirar, soltar la carga de existir en la urbe y ser de una manera más sencilla. La naturaleza es muy empática y da lecciones como templos. Tú eliges si la escuchas o no, y no pide nada a cambio. Ha sido fuente de inspiración desde siempre e inevitablemente lo seguirá siendo.
En la letra de ‘Lehioko argian’ da la sensación de que te conformas con poco si puedes tocar música…
Llevo más de la mitad de mi vida tocando la guitarra, y tocando en directo desde que era adolescente. Tocar ha sido una de las grandes constantes de mi vida. He conocido muchos sitios y mucha gente, he aprendido muchísimo. Todos tenemos aspiraciones y metas, pero creo que hay que saber apreciar en qué parte del camino estamos. Se aplaude al final de la canción, pero lo que se disfruta es por dónde te ha llevado la música.
Ya…
Esta canción, ‘Lehioko argian’, es una especie de oda a la gente que decide tomar ese camino de la música pese a que está lleno de incertidumbre. Y tiene una reverencia a Iparragirre como ‘plazagizon´ de leyenda.
¿Y tú a qué aspiras en la música?
Te podría responder en qué dirección querría ir. Hace poco Miguel Moral, mi compinche a las guitarras en Sotomonte, me dijo que lo único que él quiere es poder mirar atrás y estar orgulloso de las bandas creadas, los discos grabados y los conciertos dados. Creo que no se podría resumir mejor. Yo seguiré haciendo la música que querría escuchar y compartiéndola con la gente que quiera escuchar. Creo que entender las cosas así y hacerlo con mimo y sinceridad es la única manera que tengo de ser honesto conmigo mismo.
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