bellos quejidos ondulantes
Aun queriendo, sería difícil no prestar
atención a la escritura sugerente de Murugarren, a esas letras que nos cuentas
historias tan identificables. Estos tiempos tan oscuros, tan de zozobra,
probablemente le hayan allanado el camino de la escritura, pero él tiene la
capacidad de encontrar las palabras, como si le aparecieran en el camino. Así
dice el comienzo de la canción Apurrak galtzetan: “Ya sabes cuál es el camino más tortuoso,
sabes dónde se esconde agazapado el dolor, sabes dónde persiste la fiebre. En
los momentos confusos que siguen al accidente el alma te abandona como si
escapase de un incendio, no hay agua, el corazón se ha ahogado”. Y así
canta en Uda usaina: “… Tú no
sientes lo mismo? No hemos encontrado nuestro lugar. Quiero decir que solo nos
hemos dado soledad, escondidos en la habitación de atrás creyendo que la
cosecha sería buena”. Y así termina Atzoko zerraldoa: “Te busco desde la ventana, y ya no estás, te
ha comido la noche, y en está mañana tullida pájaros extraños te llevan,
volando”.
Pero no todo es
palabra. Sumémosle la voz semi-rota y el cantar áspero de Murugarren, el tempo
del fraseo que es única y distinguidamente suyo, y el sonido compacto de la
banda, una banda que emerge más potente que nunca —la razón podría ser el haber
grabado todos juntos y a la vez—. El resultado, irremediablemente es, cuando
menos, atractivo.
El autor ha
sabido hacer suyo el terreno del pop y del rock de medio tempo; pero existen
muchos matices. En algunas ocasiones se asoma al country-folk anglosajón;
redondos resultan los dúos que comparte con Gaizka Isunza (Audience), por
ejemplo en la bella Dirua falta zaigu: “ …pero el agua se escurre por las grietas, se seca la tierra, las
promesas también, y aunque hasta ahora no me haya dado cuenta, quizá sea el
momento de marcharse” dicen. Tiene un ritmo más vivo —el más vivo del
disco—la pieza que da título al disco, en la que describe algunas escenas en
tono jocoso y crítico a la vez. “…Elliot
Smith está cantando en el club, hay humo alrededor, siempre humo, y el olor de
la gente, el olor de la realidad, el olor del padre perdido, el de las manos de
la madre, y mientras piensas en eso el camarero se acerca jocoso: -Hoy no va a
tocar el grupo – dice – el cantante se ha emborrachado y se ha partido la
cabeza contra el lavabo mientras vomitaba. Es cierto, todavía hay sangre, pasa si quieres verlo”. Reminiscencias
del power-pop y el post-rock (Apurrak galtzetan), un blues actualizado (Bagoaz
hemendik), pop-rock con tintes de club de ciudad (Egun handia y Uda
usaina; en ambos con participación de Isunza y un bajo e instrumentos potentes
de viento en la primera). Y el pop sencillo de la útima cancion, Poz
biribila, en la que el ritmo ágil hace un contraste lúcido con la
melancolía de la letra: “Quiero caminos
solitarios para aprender a escapar, a través de los estrechos pasos de monte, a la tarde, cuando la luz se difumina”.
En la canción redonda y significativa Alferrik
deitoratzea canta: “Ya sé que no merece la pena lamentarse, lo aprendí de ti. El tiempo te golpea más de lo que esperas, te desnuda y te humilla, te da tu verdadero tamaño”. Las letras de Murugarren rebosan sinceridad, una sinceridad que hasta
puede doler. Además de escuchar, se huelen las canciones, las sientes en el
pellejo; responden a un espacio y tiempo concretos, pero se vuelven
atemporales. Estas canciones muestran el verdadero tamaño de Murugarren como
creador. Se puede afirmar miedo a equivocarse que ha creado algunas de sus canciones más completas ahora que se cumplen 16 años desde
que empezó su andadura en solitario con Nire leihoak (2000) y él ha
pasado de los 50. Algo está sucediendo en su interior
constantemente y él lo sabe aprehender, y con lo capturado
sabe crear canciones, incluso en estos tiempos tan difíciles y desagradables
para las canciones,
para la lírica.