Getxo Jazz 2024

Hasta hace unos pocos años, no resultaba difícil, a la hora de ofrecernos al jurado del del Festival de Getxo información detallada de las bandas participantes, determinar con claridad el origen de cada una: inglesa o alemana, italiana, belga, española… Pero las cosas se han complicado al respecto en el momento actual, y -hay que decirlo-, para mejor: la mayoría de las formaciones participantes poseen entre sus integrantes gentes procedentes de distintos países, que a menudo coinciden en centros de formación y ponen en marcha diferentes proyectos en base a su afinidad musical y humana. Este es el caso de Nita, un grupo que reúne, ni más ni menos, que a músicos de cinco nacionalidades: su líder, Anja Gottberg, es originaria de Suecia, y junto a ella están el irlandés Micheal Murray al saxo, el español Antonio Moreno a la trompeta (a la sazón ganador también del primer premio en la categoría de Mejor solista), el neerlandés Siebren Smink a la guitarra y Magnus Austad, de Noruega, a la batería. Todos ellos coincidieron en el Conservatorio de Amsterdam, y juntos forman este estupendo quinteto que supo ganarse el aprecio del jurado y del público con una defensa decidida, convincente y lúcida de su propuesta en el contexto, siempre competitivo y difícil, de un concurso en el que has de batirte el cobre con grupos a menudo de buen nivel y que, como tú, no vienen aquí a pasar el rato, sino a ganar.

Nita hizo gala de algo que ya de por sí es un gran valor: un sano e inteligente equilibrio entre su empaque colectivo y la personalidad de cada una de las individuales que lo forman, un reto que todo grupo de jazz que se precia intenta afrontar con mayor o menor fortuna. Me llamó la atención la fortaleza melódica y originalidad de sus composiciones (todas creación de Gottberg), la saludable intriga de sus desarrollos (esa gratificante sensación de no saber a ciencia cierta qué puede pasar ahora…) y la forma en que Anja sabe extraer de cada uno de sus compañeros lo mejor de cada uno, de manera que todos tienen su momento para dar un paso al frente y aportar su grano de arena personal al sonido de conjunto del grupo. Eso se llama liderazgo sabio: no el que se impone a base de ego, sino el que tira del carro desde dentro sin que parezcas darte cuenta de ello…

Y si aludía anteriormente a la bondad de este carácter algo así como plurinacional de muchas de estas bandas emergentes del panorama reciente del jazz europeo (algo que también es fácilmente apreciable en formaciones mucho más experimentadas y veteranas), es porque, entre otras virtudes, sirve para subrayar un hecho que cada día se afianza más en esta música: su innata capacidad para romper barreras (musicales y geográficas) e integrar culturas y sensibilidades diferentes. No en vano, el jazz se ha convertido en un lenguaje específico global, que acerca y une porque, en sus mejores expresiones, se nutre del sentimiento y la emoción de quienes lo tocan, más allá de fronteras o prejuicios de cualquier tipo. Enhorabuena a Nita, y a quienes como ellos pelean por mantener viva la llama del jazz.

Mario Benso

 

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