Esta grabación es una casilla de salida para Juan Ortiz. Ahora –y para siempre– es muy especial, pero sólo es el principio. Aquí queda capturada la energía de un pianista que lleva años curtiéndose entre lo divino y lo humano, entre el jazz, el funk, el soul y todo lo que se ha puesto bajo sus dedos. Que no te engañe el formato de trío clásico, ni su acercamiento (engañosamente) ortodoxo al jazz. El plato está cocinado y servido, pero lleva muchos ingredientes, no hay nada casual aquí. Juan Ortiz es un pianista de jazz, un enorme pianista de jazz, de hecho. Pero también es un músico del siglo XXI, un creador permeable para quien lo diferente sólo es algo que exprimir, asimilar e incorporar a su propia personalidad.
Tal vez por eso su trío funciona tan bien, porque sus acompañantes, David Ruiz y Borja Barrueta, pertenecen a esa nueva generación que entienden (saben) que la música es algo universal. Su nivel de entendimiento es alto, y se basa en el equilibrio entre tocar música muy seria y divertirse hasta la médula haciéndolo. David es un instrumentista dúctil e intuitivo, de pulsación firme y sonido redondo. Borja es un baterista extremadamente orgánico, siempre atento y generoso, apoyando y construyendo un doble acompañamiento: el que sostiene al grupo y el que se eleva por encima del mismo.