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Tras dos años dedicados a
engrasar la máquina en directo y componer temas propios, en la primavera del 2012 el cuarteto
entró en los estudios Magoo de Oviedo para grabar, con Juan Martinez como
técnico de sonido, las nueve canciones que conforman su primer disco.
Todas
ellas tienen el blues como trasfondo, pero Blues & Decker enriquece cada
una de las canciones con pequeños detalles, acordes diferentes, quiebros
melódicos o estilísticos que dan como resultado rotundas composiciones propias que
les acercan al rock psicodélico de los 70 (Till
dawn) o al funk-metal (Tomorrow);
también saben tocar suave, en baladas de blues-rock intimista y contenido (Blues is dead), o en piezas de mayor
sofisticación y elegancia (Stealin’ the soul).
Cuando deciden coger un camino más clásico (No Worries) o le arrean al blues eléctrico y de gran intensidad vía
Chicago mezclado con gotas de swing (Posology)
resultan igual de convincentes, y qué decir de las versiones que hacen de
clásicos como Shame, shame, shame
(Jimmy Reed) –enriquecida con la aportación a la armónica que hace David
García, miembro de The Blind Lemons– y John
The Revelator, el tema que Son House solía interpretar a capella.
Todo ello
acompañado de buenas letras que huyen de los tópicos asociados al blues, y apoyados
en un sonido contundente, brillante y agresivo, reflejo del que suele ofrecer
en los conciertos.
Stealin’
the Blues, es una excelente carta de presentación para un grupo que tiene un largo camino
por recorrer pero que puede estar muy orgulloso de lo hecho hasta ahora.