Tras la buena acogida de su disco debut «All The Lost Causes» (GH, 2016), seleccionado entre los 10 mejores discos de country-americana estatal para Mondo Sonoro y disco gallego revelación para varias publicaciones (Diablo Rock, GZ Caníbal…), Family Folks se afianza con un doble LP ambicioso, en el que arriesgan, a doble o nada, por la intensidad y la belleza de las canciones, y consiguen hacer homogéneo un mayor abanico de estilos (Country, Psicodelia, Blues, Pop, Avant-Garde), bajo el sello inconfundible de la banda: Folk Cósmico, con base en el bluegrass (guitarras, mandolina, dobro, banjo, violín…), e inspirado por los clásicos de la buena música, como Flying Burrito Bros, The Grateful Dead, The Band e infinitas referencias más.La incorporación fija a Family Folks de la sección rítmica de los hermanos Martín y Jorge Lorre (alma de referencias imprescindibles en la escena gallega como Los Wavy Gravies, Dead Wood y tantos otros), dota a este disco de una mayor contundencia, y la presencia del talento de Xabier Vietez (The Soul Jacket, Transilvanians) a los teclados y Oscar Liboreiro a las guitarras eléctricas y producción, aportan la elegancia y el brillo necesario a las composiciones de Family Folks.
Para la grabación vuelven a rodearse de colaboradores de lujo, que aportan al sonido clásico de la banda nuevas dimensiones y texturas sonoras: Theremin (Paulo Pascual), Armónica (Antonio Tato), Didgeridoo y Berimbau (Nando Llera), Zanfona (Javi Casmans), Bajo (B.J. Turner), Percusión (Mauro Comesaña, Javier Reboreda)…
El tándem en las voces de Rubén Xuarez y Bosco Hill, con continuos cambios de registro que, saltando sin pudor de la luz a la oscuridad, de Gram Parsons a Tom Waits, de Ronnie Lane a Nick Cave, y con armonías vocales al más puro estilo costa oeste (The Byrds, The Grateful Dead), consiguen que la escucha no decaiga y mantenga su frescura a lo largo de su hora de duración, que, como ocurre en los directos de la banda, acaba haciéndose corta.
Desde la épica psicodelia de Land Of Gold And Fame, hasta el final melancólico de nudo en la garganta de Departure, pasando por el country de Stubborn Me o Plonkin’, la juerga de Rye, la oscura intensidad de For A While, o la tribal y bizarra Hell ‘O’ Hell, entre los dieciséis cortes del disco, nos proponen un viaje medicinal contra la inercia, un viaje hacia un universo creativo en estado de gracia, una simbiosis perfecta de alma y técnica; un viaje delicioso, clásico, nuevo y necesario, que nos impide estancarnos en ese mar del yunque al que hacen referencia: Ese mar de lunes lluviosos y fiestas aburridas en las que, por desgracia, no encontramos discos como The Anvil Sea.