Las composiciones han ganado mucha fuerza en su música y se convierten en uno de los principales atractivos de “La Espiral Amarilla”, al igual que su grupo, una especie de all-stars de la escena madrileña. Tanto los cubanos Ariel Bringuez y Reinier Elizarde, como el polifacético Andrés Litwin, son tres de los mejores intérpretes que se pueden encontrar en sus respectivos instrumentos, y aquí lo demuestran sobradamente. El primero, con ese tono ágil y ligero que recuerda a Mark Turner y Joe Lovano y, la sección rítmica, con una solidez aplastante, adaptándose a cada giro que toma el grupo.
La ampliación de trío a cuarteto es otra novedad con respecto al anterior disco de Marta, “Lunas, Soles y Elefantes”, y beneficia mucho a la música de la pianista. Más allá de las virtudes de Bringuez, que son muchas, Marta Sánchez nos desvela uno de los rasgos más interesantes de su personalidad: su forma de acompañar, siempre creativa y estimulante. Y es que, si algo hace brillar “La Espiral Amarilla”, es la química del cuarteto. La manera que tienen de escucharse es tan valiosa como lo que tocan, desgranando detalles individuales en cada momento que están, además, al servicio del “uno para todos y todos para uno”. Esto, que parece una obviedad, no es tan fácil de hacer ni de encontrar, pero la recompensa es grande: música orgánica y llena de dinámicas que suele llamarse jazz. Jazz del de verdad