Vale
que su música pueda no ser fácil de digerir por todos, pero eso no es nada
nuevo en el jazz, y mucho menos en el jazz contemporáneo, que presenta multitud
de encuentros con las músicas con las que convive. Ecos de todo ello son
fáciles de rastrear en Malstrom: esa guitarra afilada y noisy que llama
a la puerta del rock duro y la improvisación más libre, ese saxofón paseando
por sus límites a la manera de un John Zorn… Hay momentos en los que a uno le
viene a la mente la estética inclasificable de gente como Peter Brötzman y su
Machine Gun, Marc Ribot o los increíbles Last Exit… No, a Malstrom no le
faltan referentes, pero no te confundas: ellos han sabido crear un espacio
propio, capaz de enganchar tanto en los pasajes más furiosos como en atmósferas
más sutiles y calladas. Y lo mejor de todo es que, como suele ser propio de
bandas que trabajan en el filo, cuando les escuchas es difícil prever por dónde
van a salirte. Por algo al jazz le llamaron en su día “el sonido de la
sorpresa”.