Igor Arzuaga presenta su nuevo disco «Goxoegia» (demasiado dulce) a su nombre, pero bajo unas coordenadas musicales similares a las de sus anteriores entregas, bien a su nombre o cuando firma bajo Larrepetit o el mundo fascinante de Mara . Una vez más, oleadas vaporosas, suaves y elegantes de pop, jazz, folk y electrónica se entremezclan acompañando esas composiciones y esa voz inclasificables. Pero tened cuidado de sacar conclusiones precipitadas, no encontraréis aquí el típico disco repetitivo, impulsado por la falta de imaginación o de la pura pereza. Igor Arzuaga se siente cómodo y productivo en ese ecosistema que él mismo crea y hace que nos sintamos cálidos y arropados cuando nos sumergimos en su interior. Una vez en sus entrañas, se percibe un entorno familiar (casi siempre guiado por un precioso piano), pero a medida que se profundiza se pueden encontrar en todas partes nuevos y fascinantes detalles de enorme sofisticación. Como ha dado a entender en varias entrevistas, a Igor le gustan mucho los juegos entre instrumentos, y ofrece así a cada uno su propio espacio, su medio de expresión y la posibilidad hacer su propia aportación. Esta actitud le permite construir un rico paisaje sonoro, en el que sentirse y hacernos sentir cómodos para ver y escuchar cómo se atreve a empujar con un placer casi erótico los límites del mundo de sus canciones mucho más allá de lo que hasta ahora habíamos imaginado. Algo que, a decir verdad, se disfruta con idéntico placer casi erótico.
Como en la mayoría de sus trabajos anteriores, las canciones de este disco han sido escritas, tocadas, producidas y cantadas por Igor Arzuaga, quien además realizó la grabación y las mezclas. Suyas son la voz, el piano, el bajo, la guitarra, el acordeón, la percusión y las programaciones. Pero para crear ese universo tan especial siempre tiene a su alrededor a músicos amigos, en este caso la Flauta de Laura Pelayo en «abuztuak zortzi”.